PRIMERA PARTE. LA NUEVA DEMANDA
Quiero compartir algunas ideas de un artículo escrito por el profesor Giovanni Galizzi de la Escuela de Economía Agroalimentaria de la Universidad Católica de Milán, respecto a los nuevos escenarios del sector en Italia y que cobran real importancia por su semejanza a la actual realidad chilena.
El artículo fue publicado en la Rivista Agricoltura No 1, en el año 1975 y sorprende por la capacidad de anticipación del investigador a lo que efectivamente sucedería en Italia en las décadas posteriores.
EL EMERGENTE SISTEMA AGROALIMENTARIO
Quiero compartir algunas ideas de un artículo escrito por el profesor Giovanni Galizzi de la Escuela de Economía Agroalimentaria de la Universidad Católica de Milán, respecto a los nuevos escenarios del sector en Italia y que cobran real importancia por su semejanza a la actual realidad chilena.
El artículo fue publicado en la Rivista Agricoltura No 1, en el año 1975 y sorprende por la capacidad de anticipación del investigador a lo que efectivamente sucedería en Italia en las décadas posteriores.
EL EMERGENTE SISTEMA AGROALIMENTARIO
La orientación de la producción en función del mercado es hoy el principio guía de la empresa agrícola y alimentaria. Esto sitúa al consumidor al centro de todo el proceso de transformación de productos agrícolas.
El saber identificar los deseos del consumidor y sus necesidades, así como la capacidad de pronosticar sus variaciones futuras aparecen como condiciones necesarias para el éxito de las empresas operantes en el mercado.
Factores que influirán crecientemente en la estructura de consumo de alimentos:
1. Incremento del ingreso familiar
Esto le confiere al consumidor el poder económico necesario para ejercer de mejor forma su capacidad de elección. Junto a ello, un mayor nivel de instrucción, la posibilidad de viajar y el acceso a los nuevos medios de comunicación, particularmente la televisión, reduce las diferencias existentes entre los países, entre regiones y entre la población urbana y rural respecto de los hábitos alimentarios, moviendo estos hábitos hacia estándares más altos. Por otro lado, el aumento del ingreso familiar permite ampliar el acceso a los conocimientos, incrementa el nivel y la complejidad de las aspiraciones personales, y con ello la capacidad de elección del consumidor. Esta nueva condición del consumidor relega cada vez más a un segundo plano los valores asociados a economías de subsistencia tales como la simplicidad, la sobriedad, el ahorro y la eficiencia como factores de decisión al momento de la compra. Todo esto genera una mayor variabilidad de gustos y preferencias (Harmston y Hino, 1970), una infinita diversificación en la oferta de productos, un mayor consumo de productos dietéticos y exóticos, y una mayor atención a la confección en el caso de los alimentos procesados.
2. La nueva organización de la vida familiar
La mujer, tradicionalmente a cargo de la preparación de los alimentos en el hogar, cumple ahora otros roles gracias a su creciente incorporación al mundo laboral. El costo alternativo de la mujer trabajadora determina así una menor disponibilidad de tiempo destinado a la compra de alimentos y a su preparación. La familia moderna, bajo la presión de mayores salarios y de estándares de vida más altos, tiende a sustituir el trabajo con capital (dinero), destinando cada vez menos tiempo a la preparación de alimentos y adquiriendo cada vez más alimentos preconfeccionados.
3. La tendencia al consumo de comidas fuera del hogar
Este creciente comportamiento está ligado a la mayor movilidad del consumidor moderno, asociado a la lógica del trabajo por horas. Estudios recientes confirman la existencia de una correlación positiva entre el costo de oportunidad del tiempo de la dueña de casa, el nivel de ingresos y, casi como una paradoja, el número de componentes de la familia por un lado, y la propensión a consumir comidas fuera de la hogar (Prochaska y Schrimper, 1973). Creciente interés ha presentado el desarrollo del consumo de “snacks”, o alimentos que pueden consumirse en cualquier lugar y momento del día. Esto, unido a la progresiva masificación de la jornada completa como respuesta a la gran distancia entre el lugar de trabajo y el hogar, constituye un efecto que se acrecienta gracias a los problemas de congestión vehicular urbana. Se considera también como factor importante la costumbre de los jóvenes que pierden el hábito de las comidas diarias tradicionales (desayuno, almuerzo, cena) y multiplican el consumo de alimentos snack durante todo el día.
4. La creciente urbanización
La creciente densidad poblacional urbana ha desplazado y concentrado los centros de consumo. Los productos deben así ser acondicionados, conservados y transportados a través de largas distancias, haciendo más complejas las relaciones comerciales entre los actores del sector. La seguridad y continuidad en el abastecimiento de alimentos en zonas urbanas ha significado cambios profundos y nuevas tareas para la economía agroalimentaria tradicional. Adquiere gran importancia el tema del transporte (Galizzi, 1964). Gracias al progreso de la tecnología del transporte y a la economía de la aglomeración, la producción agrícola tiende así a una progresiva especialización regional, permitiendo el envío de productos donde y cuando se requiera, y en la forma y cantidades necesarias. Aparece entonces la internacionalización de los mercados agrícolas. Adquieren cada vez más importancia funciones que antes eran más bien accesorias tales como la graduación de la calidad, la indiferencia respecto de la estacionalidad de la oferta, el problema financiero asociado a los volúmenes de transacción, y los riesgos técnicos asociados a las grandes distancias.
5. La doble función del alimento moderno
El consumidor moderno cuando compra un alimento, compra en realidad dos clases de producto: el alimento propiamente tal, y los bienes y servicios incorporados en él. El primero es producto de la actividad agrícola, mientras que el segundo lo genera la industria alimentaria y de la distribución. El primero es adquirido para satisfacer necesidades de origen fisiológico, caracterizadas por tener límites bien definidos. El segundo es demandado para cubrir necesidades de tipo psico-cultural, para las cuales no existe un límite potencial y que, aún más, al incrementarse el conocimiento de sus características por parte del consumidor dicho límite tiende a expandirse. En otras palabras, el conjunto de consumidores de productos agroalimentarios tiende a seguir dos tipos de tendencias: una relativa disminución del precio como elemento de decisión al momento de la compra, y una creciente demanda por bienes y servicios incorporados en el alimento. Esta última además crece a una tasa claramente superior a la demanda por simples productos alimentarios tradicionales. Como lo demuestran diversos estudios empíricos sobre el desarrollo de la elasticidad-ingreso de la demanda de estos dos tipos de productos (Bunkers, 1957; Daly, 1958; Waldorf, 1966), se atenúa cada vez más la relación inversa entre gasto per cápita total y la proporción del gasto destinado a la alimentación. Esta estabilización no invalida la ley de Engel, ya que el comportamiento del consumidor respecto del alimento, considerado en términos de producto agrícola, permanece como racional y siempre coherente con esta ley económica. Es la creciente importancia relativa del costo de manipulación, transporte y distribución lo que ayuda a mantener alta la cuota del gasto alimentario en relación al gasto total de las familias.
Bibliografía citada
Bunkers E. y W. Cochrani. 1957. Income elasticity of food services. En “The Review of Economics and Statistics”, Mayo 1957. pp. 211-217.
Daly, R. 1958. Demand for farm products at retail and the farm level. Some empirical measurements and related problems. En “Journal of the American Statistical Association. 53, Septiembre 1958. pp. 656-668.
Harmston F. y H. Hino. 1970. An intertemporal analysis of the nature of demand for food Products. En “American Journal of Agricultural Economics”. 52, Agosto 1970. p. 384.
Prochaska F. y R. Schrimper. 1973. Opportunity cost of time and other socioeconomic effects on away-from-home food consumption. En “American Journal of Agricultural Economics”. 55, Noviembre 1973. pp. 595-603.
Waldorf, W. 1966. The demand and supply of food marketing services: an aggregate view. En “Journal of Farm Economics”. 48, Febrero 1966. pp. 42-60